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domingo, 29 de marzo de 2009

El Profesor (Fragmento)

Escrito por César Rodríguez García
Primero de Bachillerato.


Balbuceos durante veinte minutos. Algún que otro comentario gracioso amenizaba la lección, pero no conseguía quitarle su sopor. Todos miraban el reloj con preocupante aunque comprensible frecuencia, rogándole al cielo que ello acabase. La vocecilla (o vozarrón, según mírese) de fondo seguía “explicando”, ya fuera porque no le importase que no le hicieran caso o porque no quería darse cuenta. Tonto desde luego, no era.
Entonces él, inocente y crédulo alumno, alzó la mano para intentar resolver su duda, aunque sencilla y pseudo insignificante, imprescindible para con su objetivo: callar bocas sacando una notaza en el próximo examen. Tampoco era descabellado, con atender un poco y que le atendiesen menos, el sobresaliente podía estar cantado. O eso pensaba, ya que sólo Satán sabía qué clase de desdichado futuro le esperaba sobre su pupitre (véanse fotocopias de un manuscrito hecho rápido y mal). Por aquél entonces, el orgullo del muchacho estaba lo suficientemente intacto como para que, a diferencia de muchos compañeros suyos, no desistiese en su empeño.
Para su sorpresa, y muy a su pesar (Dios bendiga la ironía), el colegiado no le hizo ni puto caso. Siguió hablando, sin dejar claro de qué, ni siquiera si tenía que ver con su asignatura. A su vez era capaz de quejarse de los pocos apuntes que veía tomar. Pues en mi opinión, para vago uno, vagos todos.
A diez minutos del final de la hora, y con diez brazos en alto anhelando un turno de palabra, para deleite de todos, al profesor le reventó la cabeza, bañando de un rojo bastante atractivo todo cuanto se hallaba en la clase. No imagináis el grado de belleza que alcanza una pizarra cubierta de plasma sanguíneo, cuando no es el tuyo claro. El silencio fue unánime, y los que aún hacían como que atendían se limitaban a asentir, ya para complacer a nadie.
¡Plegarias atendidas! Sonó la campana. El miembro del cuerpo docente (porque lo dice él, por supuesto) cogió sus pertenencias y abandonó la estancia a la par que esbozaba una sonrisa que venía a decir lo contrario de “suerte en la prueba a muerte de mañana”. Sólo le faltó la risa diabólica. Y lástima que, en mi carencia de omnisciencia, no sepa lo que hace en su casa, pues me gustaría saberlo. No obstante, cavilo mucho, y tengo mis hipótesis… A pesar de todo, el día concluyó sin (más) incidentes.
Nueva mañana, y pudiendo establecer una semejanza con un ritual de cualquier tribu amazónica, se reunió en el anónimo centro de estudios aquel colectivo infantiloide, edades para todos los gustos. Tras otras clases con demasiada importancia para ser relatadas, arribó al fin el momento clave. El Némesis de los chapuzas se aproximó a su puesto de mando, abriéndose paso a resoplidos, y ordenó (cortésmente) a uno de sus “súbditos” que repartiese aquello que traía bajo el brazo (no es ilusionéis, no es una barra de pan, que de niño ya poco). Callando objeciones, todos los presentes asumieron que debían despejar sus mesas para dar paso a lo gordo.
Cual obra dadaísta, lo que menos cabía imaginar era lo que se encontraba plasmado en aquel atentado estilístico sobre papel. Y esto no quiere decir que se tuviese poca imaginación, sino que el autor de esa bomba de relojería poseía demasiada, combinada con una buena dosis de ganas de cachondeo. A simple vista, se podía apreciar que le había dado un “buen” uso al bolígrafo, no fuera que se electrocutase con la computadora (su alumnado no lo quiera). Así, el nuevo soberano de la integridad mental de todos los presentes, se auto-convenció de que todo estaba aclarado, y dio paso al comienzo del fin.

6 comentarios:

  1. El relato tiene su maestría y merece la enhorabuena, aunque uno no sabe si reír o llorar... Este chico vale, sí señor. Él sabe que le tengo aprecio y no sólo por esto, sino también por su saber hacer con el otro teclado, el de la música...
    Un saludo y a seguir dándole.

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  2. Un relato que crea sensaciones extrañas...poco comunes.
    Y como El Profe ha dicho: ''Este chico vale.'', y lo demuestra día a día.

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  3. Después de la pedrada que me tiró mi prima al leerlo, el que no sabe si reír o llorar soy yo. Muchísimas gracias.

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  4. ¡¡Lo secundo!!
    Me encanta la parte en la que le revienta la cabeza; mi visualización mental no tiene desperdicio...

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  5. La verdad es que estás hecho un mostro. Sigue así.

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