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martes, 21 de abril de 2009

Amor por la Naturaleza.

Por César Rodríguez García.
1º Bachillerato de ciencias.

Señores, aquellos que amáis la naturaleza, fauna, flora, paisajes y vistas de este hermoso mundo, sabed que el amor por ello no es de ahora. Desde tiempos inmemoriales, grandes culturas han convivido en una armonía envidiable con la naturaleza, con el mundo que les rodeaba. Sus deidades eran el río, el sol, las montañas, el cielo, los árboles…
Con el desarrollo del mundo occidental, tal y como lo conocemos, nos separamos de esa convivencia, y empezamos a menospreciar lo no humano. Actualmente, muchas organizaciones ecologistas protestan por ello, y luchan por hacer reconocer los derechos de aquellos que no tienen el privilegio (o la desgracia) de ser personas. Y ésta lucha la hacen mediante conferencias, lecturas, manifestaciones, protestas, e incluso como activistas, tocándole las pelotas a los peces gordos y señores adinerados de nuestra sociedad. Pues sepan ellos, que la defensa pública de los derechos de la naturaleza, concretamente de los árboles, no es de ahora.
A continuación se encuentra un texto que escribió mi tatarabuelo Don Joaquín Jiménez Bejar, nacido en Ítrabo en el año 1865. Ejerció como profesor desde sus dieciocho años, y dio clase a múltiples generaciones, entre ellas la de mi abuelo Don Cesáreo Rodríguez Jiménez, quien fue el que me hizo conocedor de la obra del maestro Joaquín. Éste escrito fue pronunciado en una conferencia a principios del siglo XX, y en él se promueve el amor por aquél ser vivo que, con sus raíces, se agarra y agarra la tierra que nosotros pisamos. Espero que os guste, y os demuestre que hay principios modernos que derivan de lo que nuestros antepasados cercanos nos inculcan.

(Dada su extensión, ofrecemos un fragmento)

EL
ÁRBOL

[...]
Los árboles, por su vida secular y su majestuoso porte, son lazos de unión de unas a otras generaciones y símbolo de los sentimientos patrióticos, ofreciendo de ello ejemplo, en España, el famoso Árbol de Guernica; los bosques han sido y serán la expresión más pura de la Naturaleza,
el más seguro refugio y el tranquilo descanso de las tempestades y fatigas de la vida, la mejor soledad para elevar el alma a Dios y el más vivo e inmutable recuerdo de la cuna querida para todos los que no vieron la luz primera en el bullicio de las grandes ciudades.
Además de la importancia artística del árbol, considerado como elemento decorativo de la Naturaleza, tiene también importancia suma considerado como elemento terapéutico e higienizador del ambiente y hasta como fuente de inspiración poética. ‹‹Desde la cuna al sepulcro, decía el gran Costa, no hay minuto en que podamos declararnos independientes de ellos, ni órgano de la casa que no se reconozca pariente suyo en línea recta, ni átomo de su cuerpo que no sirva a alguna de nuestras necesidades››. En los actos más importantes de nuestro paso por el mundo estamos unidos al recuerdo del árbol. De él salieron las tablas de la cuna en que se meció nuestra infancia; de él las que forman la mesa a cuyo alrededor se congrega nuestra familia y el lecho en el descansamos, y de él las que bajo la tierra nos seguirán en el último sueño. El inspirado poeta Federico Balart expresó este mismo pensamiento de este delicadísimo modo:

Lujosa o pobre,
ligera o grave,

desde que naces
hasta que mueres,

de cuatro tablas
consta la nave

donde te embarcas
sin inquietud:

Una es el timbre
de tus honores,

otra es la mesa
de tus placeres,

otra es el lecho
de tus amores

y otra la tapa
de tu ataúd.

Sin el dolor del bosque de que habla Marquina en Los leñadores, con la armonía y elegancia que pone en todos sus versos, no sería posible la comodidad del hogar, ni la explotación de las minas, ni el desarrollo de las industrias, ni la difusión de la cultura, ya que da las maderas procede la enorme cantidad de papel que hoy se consume, ni la marcha progresiva de la humanidad; de suerte que esta constante participación del árbol en todas las manifestaciones de la vida es algo más que un valor material, porque es la esencia de la vida misma, que brota espontáneamente, para mayor encanto de su grandeza, en los más bellos paisajes naturales.

[...]

4 comentarios:

  1. A veces la humanidad pierde el norte de lo verdaderamente importante, esta muy bien que entradas como la de hoy lo recuerden

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  2. Un placer leer este artículo y el poema de Federico Balart. Escribo poesía "protesta" ante la devastación de nuestra Madre Tierra, específicamente en zonas de la Patagonia Argentina, pero aspiro a poetizar con voz universal. Gracias!

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  3. Hola, hoy fue el día de San Juan, en muchos sitios o lugares hay costumbre de quemar leña para hacer la hoguera, que pena ver como arde algo tan bueno y bonito ademas de útil como es la madera.
    Los árboles son el símbolo de la naturaleza verde,quien no cuida los árboles no cuida su vida. feliz semana

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  4. A veces vemos como destruyen los árboles y la natualeza, y no hacemos nada para evitarlo.
    Es verdad lo que dice el poema de Federico Balart, siempre estamos rodeados de madera: los muebles, le mesas, las sillas, las camas..., y al final, con la madera volvemos a la tierra de la que hemos salido, volvemos a nuestros origenes.

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