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sábado, 4 de abril de 2009

LA FANTASÍA, REAL, DE LUZ

Escrito por Tábata Muñoz Ruiz
ESO2ºC

Hola, mi nombre es Claudia y soy licenciada en psicología. El pasado verano ahorré suficiente dinero para irme a Kenia, no de vacaciones sino de voluntaria, ya que el año pasado apareció una nueva gripe que afectó especialmente a este país africano. Los síntomas eran pérdida de vista y fiebre.
Cuando llegué, me sorprendió la pobreza en la que vivían y sobre todo lo injusta que les era la vida. En uno de los hospitales que trabajé como voluntaria conocí a una niña de unos cinco años, no lo sé con exactitud puesto que ella tampoco lo sabía. Se llamaba Luz y era huérfana de padre y madre. La gripe ya le había afectado, pero todavía conservaba algo de vista.
En el viejo hospital había muchas personas de distintas edades: niños, ancianos, bebés… pero yo me volqué sobre todo por esa pequeña huérfana. Porque transmitía lo que su propio nombre decía: luz. Siempre sonreía, a pesar de su malestar y su imaginación era sorprendente. Me pasaba las hora al lado de su vieja camilla oxidada, imaginando y contándole lo fácil que era la vida en mi país. Ella era feliz fantaseando, pensando que podría ir al colegio, tener una casa, una familia y ver la lluvia porque en su país no llovía y apenas tenían agua. Pero de repente volvía a la realidad y me contaba como su madre había muerto por esta gripe y su padre trabajando para poder alimentarlas, murió en una obra por culpa de una grúa, puesto que en la obra no había seguridad alguna ya que trabajaban negros, y los blancos no se preocupaban por ellos. Siempre que me contaba la historia, se me saltaban las lágrimas, pero ella ya no me veía, la gripe la había dejado completamente ciega.
Cuando había pasado un mes de mi llegada, ella fue de mal en peor. Las últimas horas de su vida las pasé a su lado. No paraba de sudar y yo me ahogaba en pena. Entonces empezó a contar una de sus fantasías: estábamos las dos en un bosque, solas, jugando, bailando bajo la fantástica lluvia con un montón de mariposas a nuestro alrededor y de repente yo encontré un colgante. A ella le encantó y yo se lo regalé para que nunca me olvidase. Instantes después paró de hablar, giró el cuello y falleció. Yo no podía parar de llorar. Cuando miré su cuerpo y vi que en su cuello estaba el colgante que tanto le gustó.

Este relato es el ejercicio que Tábata realizó el pasado día 28 de marzo en el Concurso de Redacción de Coca-Cola (fase provincial). Suerte a todos los participantes.

1 comentario:

  1. Es un relato precioso. Me ha encantado. Yo, cuando estuve en 2 ESO, también participé en el concurso de Coca-Cola, y quedé 5ª a nivel de Málaga provincia. Espero que tengas la misma suerte que yo, y ánimo.

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