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domingo, 9 de noviembre de 2008

Perdidos en Picos de Europa

Realizado por Irene de U. M. (BH1A)

Recuerdo que esa mañana nos levantamos a las seis. Apenas había dormido a pesar del cansancio que sentía de la caminata de la jornada anterior. Supongo que no estaba acostumbrada a dormir en un refugio donde oyes los ronquidos no solo de tu tío, que lo tienes en el saco colindante, sino de otros veinte o treinta montañeros que descansaban plácidamente en aquella roñosa habitación llena de literas. Por no hablar del olor a pies…
Desde aquel refugio empezamos a caminar en busca del siguiente, que estaba un poco más arriba del monte. Íbamos bien hasta que nos empezó a bajar la niebla más pronto de lo esperado y llegó un momento en que dejamos de ver los hitos. Empecé a ponerme nerviosa, pero confiaba plenamente en mis tíos, ya que tenían bastante experiencia como montañeros, e intenté convencerme de que todo iría bien. La situación empeoró cuando les vi discutiendo qué camino tomar, a pesar de llevar mapa, brújula y GPS… Ahí no valía nada de eso. Teníamos que encontrar los hitos, los que nos guiarían el camino exacto, que con aquella niebla tan espesa nos era imposible ver.
Seguíamos subiendo con la esperanza de encontrar aquellos dichosos hitos, pero, cuando vimos que la niebla se volvía cada vez más espesa, la posibilidad de bajar se nos hacía aún más grande. Apenas habíamos hecho un par de paradas. La situación era complicada: mi tío Ángel - si mal no recuerdo - sentía molestias en el estómago; mi tía Tere estaba empezando a perder los nervios; yo, ya los había perdido aunque intentase no aparentarlo…
Decidimos desandar lo andado. En ese momento sentí como una especie de alivio, al recordar que los caminos por donde fuimos eran senderos sin mucha complicación. ¡Ja! Dichosa de mí… Para desandar lo andado de ese día, nos tocó volver por caminos resbaladizos y peligrosos en los que yo sentía un vértigo espectral. En un momento del trayecto, anduvimos por un estrecho sendero con matorrales plagados de pinchos a la derecha y un buen precipicio a la izquierda. Quizás lo esté exagerando más de la cuenta, pero así es como yo lo viví. Me sentía insegura. El suelo estaba embarrado, o sea que como pisase mal, para el precipicio que me iba… Tampoco te podías agarrar a los matorrales debido a los pinchos, y por si fuera poco, en ese preciso instante, se puso a llover…Cuando terminamos aquel temible sendero, que no parecía otra cosa más que el pasaje del terror, nos esperaba - cómo no - “La llampa mala”. ¿Os parece bonito el nombre? A mí no me hizo ni pizca de gracia cuando mis tíos me dijeron: “venga, ahora te toca a ti cruzar.” Yo creo que en ese instante se me debió de poner la piel pálida… Era una roca resbaladiza por culpa de la humedad y toda resquebrajada con unos cortes profundos y anchos. Estaba temblando, no por el frío, sino por el miedo que sentía. Menos mal que estaban mis tíos allí para indicarme dónde ir poniendo los pies y darme la mano. De no ser por ellos… ahí me hubiera quedado. Primero puse un pie en una zona que parecía más o menos estable. El siguiente pie lo coloqué en el borde de otra roca, pero inesperadamente, este resbaló y quedó medio atascado entre sendos bordes de la roca.
Conseguimos sacarlo sin problema. A mí me iba a dar un patatús, pero cuando salimos de aquella pesadilla, llegamos a un gran valle rodeado de vacas por todas partes. Del cansancio que sentía ya me daba igual pisar barro que excremento de vaca… Dejé caer mi pesado cuerpo sobre aquel mullido de hierba fresca rodeada de mierda por todas partes. ¡Con lo escrupulosa que soy! En esos momentos te supera el cansancio…Seguíamos subiendo y bajando valles, de vez en cuando con alguna que otra complicación –para mí, claro está- hasta que llegamos a un camino umbrío, cubierto de árboles por todas partes. Estaba resbaladizo y había algún que otro tronco arrancado de la tierra como si por culpa de alguna ventisca se tratase. Cuando llegamos al final del camino nos encontramos con la sorpresa de que este terminaba con una gran pendiente para poder llegar al siguiente valle. Se estrechaba aún más y el barro que había en el sendero anterior era poco en comparación con este. Primero se aventuró en bajar mi tío Ángel para ver si era posible el paso. Al cabo de unos minutos, oímos unas voces que procedían de un poco más abajo indicando que no tenía complicación alguna, siempre y cuando tuviésemos cuidado. Se adelantó a bajar mi tía Tere. Yo tenía tanto vértigo que la seguí culeando y agarrándome a todas las plantas y raíces salientes de la tierra. Llegados a ese punto me daba igual el barro… Me llamaban la “Golum”, acordándonos del personaje de “El señor de los anillos”, por la forma en que me movía por la montaña. A mí me daba la risa. Nos lo tomábamos con bastante humor.
Cuando llegamos al final de aquel sendero nos encontramos con un gran valle verde con alguna que otra florecilla y vacas pastando. Desde luego que mereció la pena todo lo sufrido por ver aquel paisaje tan precioso. El sol había salido y se veía un cielo azul como nunca lo había visto. Era como ver un oasis en medio del desierto…
Después de tanto caminar ya no se sentía el cansancio, pero lo peor llegaría al día siguiente con las pertinentes agujetas…
Ya faltaba menos para terminar aquella pesadilla que habría de recordar en el futuro como una de mis mejores aventuras, una experiencia nunca vista, que al cabo de tres años no me importaría volver a repetir…
Atravesamos aquel inmenso valle. Para ello había que subir una “señora” cuesta, en la cual me paré a la mitad para beber las últimas gotas de la cantimplora.
Al llegar a la cima nos encontramos una vieja caseta que parecía haber pertenecido a algún pastor, en la que nos paramos para contemplar aquel precioso paisaje.
Continuamos nuestro camino y cada vez faltaba menos para terminar nuestra aventura.
Avanzamos por una zona llena de piedras. Recuerdo que aquello me sonaba e iba pisando de piedra en piedra como si de un paseo por la playa se tratase. Iba a buena velocidad y recuerdo que mi tía Tere dijo algo así como que no me confiase, pero yo sabía que el camino de piedras por el que pasaban los coches estaba a la vuelta y no podía parar de la emoción.
Cuando llegamos a aquel camino nos encontramos con la sorpresa de que allí estaba también un grupo de montañeros con los que habíamos compartido refugio la noche anterior. Uno de ellos me regaló una piedra que consiguió un poco más arriba de la montaña, compuestas por unos minerales que la hacían pesar más de lo normal aunque era muy pequeña. Aún la conservo…
Cuando nos despedimos, mi tío Ángel se adelantó por el camino de piedras en busca del coche. Yo ya no podía más con mi cuerpo, así que aguardamos mi tía Tere y yo en una roca descansando e imaginándonos ya en el camping al que iríamos después al lado de la playa. Me concentré tanto en esa imagen tan placentera que cuando quise darme cuenta ya estaba mi tío allí con aquella bendición de coche. Dejamos las mochilas y los bastones en el maletero. Enseguida nos descalzamos para ponernos unas sandalias y de esa manera poder dejar transpirar los pies. Sentí tan agradable sensación cuando me descalcé… aún recuerdo aquella brisa tan fresca de la montaña que pasaba entre los dedos y me envolvía todo el pie…
Mientras íbamos en el coche iba contemplando aquel maravilloso paraje. De vez en cuando, nos tocaba parar en medio del camino debido a un grupo de salerosas vacas que atravesaban de un campo a otro.
El camino de vuelta al camping no se me hizo muy largo. Debí quedarme dormida en algún que otro momento. Cuando nos dieron la parcela para montar la tienda de campaña, me quedé perpleja al ver aquella playa que jamás en mi vida había visto en el mediterráneo. Estaba bajando la marea, el agua se veía pura y cristalina y sobre esa arena tan fina pude contemplar a un par de chiquillos que parecían divertirse jugando a las palas.
Intenté ayudar a mis tíos a montar la tienda. Hice lo que pude porque entre que no tenía ni idea de montar tiendas de campaña y el cansancio que llevaba encima, enseguida me senté en una de esas sillas plegables típicas de playa y me repantingué a ver como se iba montando la tienda.

12 comentarios:

  1. Buena historia. Muy bien contada. Y ahora una anécdota: Cuando a Reinhold Messner (escalador y montañero de fama internacional, primera persona en escalar el Everest sin oxígeno y en solitario)le preguntaron por qué subía a las montañas, él, enigmáticamente contestó - Porque están ahí. A veces cuando ascendemos un pico no sabemos porqué lo hacemos, pero una vez que vivimos la experiencia parece que todo el puzzle encaja.

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  2. El que no se ha medido con la Naturaleza, no sólo se pierde una experiencia inolvidable, sino que, además, se pierde poder conocerse a sí mismo de verdad. Una aventura como esta (ya sea en la montaña o en el mar), además de un viaje de placer, es un viaje formativo de primer orden. A ver lo que nos dice la autora... Enhorabuena. Y gracias a Israel por el apoyo que nos está dando. Ya es como uno más de la familia y estamos muy orgullosos.

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  3. Me lo he pasado genial con la aventura.

    Enhorabuena!!

    bezos

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  4. Muy buena historia, me ha gustado mucho, y también la forma en la que te expresas, te felicito!


    Un Saludoo!!

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  5. Muchas gracias a todos por haber leido mi aventura y dejar vuestra opinión =) me alegro de que os haya gustado!
    Saludoss!!!

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  6. Felicidades Irene, haces que tu aventura sea mi aventura cuando te leo. Me llama la atención la soltura con que describes los acontecimientos a la vez que nos informas de tus sentimientos en esos momentos. Buena alumna, si Señor.

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  7. Hola Irene, ¿sabes, yo viví la mismita experiencia en Panticosa? fue horrible, pero también la Naturaleza nos tenía reservada, tras el miedo, un paisaje maravilloso. A los que hemos hecho montaña estos recuerdos nos hacen aprender para la vida. Un Beso y un abrazote muy fuerte. Ana Lía

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  8. Hola Irene, me ha gustado la historia por dos motivos:
    Una porque es una buena historia y muy bien contada, y otra, porque veo que te estás abriendo, y es bueno dar rienda suelta a la imaginación. Me alegro por tí, y espero que lo superes. Un beso,< Afric

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  9. Hola Irene.

    Me ha encantado tu relato, y lo bien narrado que está, con sus toques de humor acidillo muy de la family.

    Estoy deseando leer otra historia tuya.

    Un besote.

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  10. Gracias por seguir dejando vuestras opiniones y ánimos =D
    Un abrazo^^

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  11. Hoal. Tu historia es muy bonita. Me ha gustado mucho. Anímate a escribir.

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  12. Para los que tenemos aquí al lado la montaña, para los que pisamos de forma habitual esos lugares que nos describes, es fácil imaginarnos en esa misma situación y meternos en tu relato. Para el resto, además de fácil, seguro que es emocionante.

    Un saludo leonés

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