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domingo, 11 de enero de 2009

Carta a los políticos.

La Vicepresidenta del Parlamento Europeo, Luisa Morgantini, ha publicado en el diario El Público una carta abierta que es un grito de denuncia, una llamada desesperada a las conciencias (especialmente de los políticos europeos, pero no sólo). La carta ha sido citada por Lápices para la paz y, con el permiso de Alicia y del Diario El Público, me permito reproducirla. ¿Hasta cuándo tendremos que sufrir el horror de la masacre de los palestinos de Gaza? ¿Tal vez hasta que se consume el genocidio?

"Ni una palabra, ni un sólo recuerdo, ni una señal de dolor por los cientos de muertos: mujeres, niños, ancianos y militantes de Hamás, también ellos son seres humanos. Hogares, edificios enteros, ministerios, escuelas, farmacias, comisarías de policía, hospitales hechos pedazos. ¿A dónde ha ido a parar vuestra compasión? ¿Cómo podeís seguir callados o disculpar siquiera la permanente política de agresión israelí?
Los habitantes de Gaza y de los Territorios Ocupados (West Bank) –todos palestinos– están pagando el precio del terrible fracaso de la comunidad internacional, incapaz de obligar a Israel a respetar la ley internacional y a poner fin a su sangriento colonialismo. Es cierto que Hamás, con sus cohetes, constituye también una amenaza para los colonos israelíes y para la población civil que debería ser condenada. ¡Basta ya con la impunidad de Israel y el continuo chantaje de sus líderes!
Desde 1967, Israel ocupa militarmente los territorios palestinos. Una ocupación brutal: el robo descarado de la tierra, la demolición de casas, los checkpoints donde los palestinos son continuamente humillados y hostigados; las colonias que no dejan de construirse de forma ilegal y que se apropian no sólo de la tierra, sino de todos los recursos acuíferos, destruyendo las cosechas; y miles de prisioneros políticos que ni siquiera tienen el derecho a recibir visitas de su familia.
Vosotros, líderes políticos: ¿acaso no habéis visto alguna vez la desesperación en los ojos de un campesino palestino que, desesperado, se abraza al tronco de su olivo mientras los bulldozers intentan desarraigarlo, mientras los soldados le golpean con sus rifles para obligarle a soltarlo? ¿O a una mujer dando a luz detrás de una roca mientras su marido corta el cordón umbilical con una piedra porque los soldados israelíes, simplemente, no le dejan cruzar el checkpoint para ir al hospital? ¿Habéis visto a Um Kamel, desalojada de su casa, construida con el sacrificio de toda una vida, porque los fanáticos judíos –no las víctimas del Holocausto, sino los de Brooklyn–, piensan que esa tierra les pertenece por mandato divino y que, por lo tanto, tienen derecho a ocuparla para construir otra colonia judía en el corazón de la ciudad vieja de Jerusalén?
¿No habéis visto, quizá, a los niños de los pueblos de los alrededores de Tuwani, al sur de Hebrón, que para ir a la escuela se ven obligados a caminar durante más de una hora y media porque los judíos han construido una colonia en el medio de la carretera que une las dos ciudades y si les ven pasar por allí son atacados con piedras y otros objetos? ¿O a los pastores de Tuwani, que ven las aguas de sus pozos envenenadas por los fanáticos y no pueden dar de beber a su ganado? ¿O la ciudad de Hebrón, reducida a la nada porque 400 colonos judíos han ocupado la ciudad vieja que, a su vez, se ha visto rodeada por miles de soldados que han expulsado de sus casas a sus propietarios palestinos obligándoles a cerrar más de 840 comercios?
¿No habéis visto, acaso, el muro que atraviesa calles y barrios; que roba tierras de cultivo; que separa a las familias palestinas; que se apropia de la tierra fértil y de los acuíferos en beneficio de Israel? ¿No habéis visto a los pacientes de cáncer esperando en el paso de Eretz el permiso para poder recibir tratamiento en los hospitales y siendo detenidos y obligados a regresar por “razones de seguridad”?
En los últimos 19 meses, 283 personas han muerto por falta del cuidado médico que deberían haber recibido en algún lugar del extranjero porque no les permitieron cruzar a pesar de recibir garantía por parte de los médicos israelíes, pertenecientes a un grupo de defensores de los Derechos Humanos.
¿Habéis sentido el frío de las noches de Gaza, un frío que atraviesa los huesos porque no hay ni luz, ni combustible?¿O acaso sabéis de los bebés prematuros nacidos en el hospital de Shifa, cuyos pequeños cuerpos luchan por sobrevivir, pero que mueren irremediablemente cuando su incubadora se queda sin luz durante media hora?
¿No habéis visto el miedo, el terror en los ojos de los niños, sus cuerpos destrozados? Ciertamente, el miedo de los niños de Sderot no es diferente y los cohetes de Hamás también pueden matar, pero, al menos, ellos tienen un lugar donde cobijarse y, afortunadamente, nunca han tenido que ver sus edificios bombardeados, docenas de cuerpos desmembrados o aviones que lanzan bombas de fragmentación sobre sus cabezas. Una sola muerte es ya mucho, pero el “número de muertes” también suma en la cuenta del horror.Desde 2002, 20 personas han muerto debido a los cohetes, mientras que en Gaza miles y miles de casas han sido destruidas y más de 3.000 gazawis han resultado muertos, incluyendo cientos de niños que no tenían nada que ver con el lanzamiento de cohetes.
Cuando, en las manifestaciones que están teniendo lugar en toda Europa, se queman banderas israelíes, vosotros, los líderes políticos, mostráis enseguida vuestro enérgico rechazo, gritáis vuestra condena a los cuatro vientos. Estáis en vuestro derecho. Yo no quemo banderas de Israel, ni las de ningún otro país, y creo que también Israel tiene derecho a existir, pero me hubiera gustado oír también vuestros gritos de rechazo y de pena ante todas estas muertes y toda esta destrucción debida a la arrogancia y a la crueldad de un Estado que ni siquiera respeta la ley internacional. Me hubiera gustado oíros mandar a Israel que cese de disparar, que ponga fin al bloqueo de Gaza, que detenga la construcción de colonias en los territorios ocupados, que acabe con la ocupación militar, que respete y ponga en practica las resoluciones de las Naciones Unidas. Porque esa y sólo esa sería una forma efectiva de acabar con su inseguridad.
Y, de paso, escuchen también a los miles de ciudadanos israelíes que se manifiestan en Tel Aviv. Escuchen lo que gritan: “No queremos ser enemigos, detengan la ocupación, detengan la masacre”.
¡Dios, en qué mundo tan horrible estamos viviendo!"

3 comentarios:

  1. Joseph Conrad, en aquel libro magistral titulado "El Corazón de las Tinieblas" puso mim sentimiento en boca de Kurtz, es sencillo, pero contundente: "El horror, el horror".

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  2. Sí, "El corazón de las Tinieblas", Congo... otra guerra interminable... Horror, no: "el horror"... Casi mil víctimas civiles; de ellas, 300 niños. ¿Niños de Hamas?... El Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado una Resolución para el alto el fuego que cae en saco roto. Simon Peres, Premio Nobel de la Paz, justificó hoy los ataques de Israel contra Gaza... ¡Un Premio Nobel de la Paz!... Sigue el horror...

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  3. ¿cómo alguien puede justificar ese horror?, y aún peor un premio nobel de la paz.

    Lo que esta sucediendo no tiene justificación alguna, ¿por qué las guerras son siempre contra civiles?, contra los que no han hecho nada, y seguro que no quieren guerra.
    Nadie se merece que le quiten la vida de esa manera, toda persona tiene derecho a vivir.

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